Investigación Académica y Educación Global: Del Olimpo al Ágora.
Las palabras que conforman el título de este editorial apuntan, muy claramente, al centro de un debate muy propio del ámbito socioeducativo. Hace referencia a las difíciles y controvertidas relaciones entre Teoría y Práctica en Educación, especialmente, en la Educación para el Desarrollo Global.
Es un debate complejo y relevante, pero a la vez, interesante y motivador porque afecta a todos los aspectos de la acción educadora: los fines y objetivos de la educación, el perfil, funciones e identidad de los educadores, el papel de la investigación, las bases y formas de generar conocimiento y los modos de compartirlo y difundirlo.
Además, todo ello acontece en un contexto donde la desconfianza, la desvalorización del otro y la incomprensión presiden las relaciones entre los diversos agentes implicados: educadores, formadores, investigadores y, también, porque no, los administradores políticos. Así nos encontramos con que la realidad de la investigación y de la educación, lejos de formar un continuo, está escindida, desarrollándose, la mayor parte de las veces, en mundos separados. Si los educadores miran a los investigadores con recelo, considerándolos como teóricos que desconocen por completo la realidad educativa. Por su parte, los investigadores minusvaloran a los profesionales por desconocer y no ser capaces de incorporar a su actividad los “avances científicos”. Y, entre medias, los administradores políticos tienden a tomar sus decisiones sin tener verdaderamente en cuenta ni a unos ni a otros.
Añadida a esta realidad, encontramos una situación de crisis económica mundial que afecta especialmente al desarrollo y desempeño del educador y del investigador, especialmente si dirigimos nuestra atención a la Ciudadanía Global y la Educación para el Desarrollo Global. La consecuencia más evidente es la separación entre ambos roles como si fueran extraños vecinos conviviendo en un mismo lugar.
No queremos dejar pasar la ocasión para decir que esa situación de escisión está teniendo una consecuencia que, a nuestro juicio, es muy preocupante: en los últimos tiempos se ha ido generando un cierto movimiento “anti-Pedagogía” entre los educadores y los administradores educativos que, además, va calando en las percepciones de la sociedad en general. No cabe quitar responsabilidad de ello al propio mundo académico pero, desde luego, creemos que nada bueno puede derivarse en el futuro de tal planteamiento.
En definitiva, y tal como indica el título del editorial, la investigación académica sobre y en la Educación para el Desarrollo Global (y para la educación en general) ha de encontrar y profundizar en las fórmulas que permitan integrar ambos roles: el de investigador y el de educador en una misma realidad/ ámbito: La Educación para el Desarrollo Global. Es decir, debemos provocar la transformación y el paso desde un modelo “Olimpo” de la ciencia pura sin contaminación de la práctica, para pasar a hacerlo desde un modelo “Ágora” con una investigación hecha desde y para la educación real. Hay que ir sustituyendo el trabajo en soledad en la “cúspide académica” por el ruido, el alboroto y el dinamismo de la Plaza donde el intercambio de ideas, propuestas y experiencias permitan el cambio social y global.
Entendemos que para que ese tránsito se produzca (o mejor, se siga produciendo) es necesario profundizar en dos aspectos fundamentales:
• El primero hace referencia a la necesidad de aceptar realmente, reconocer y ponderar la diversidad de enfoques conceptuales sobre la generación del conocimiento en la Educación al Desarrollo Global.
• El segundo, se centra en evitar e ir sustituyendo los esquemas simplistas, mecanicistas y lineales en la relación entre investigación y práctica educativa.
Con respecto al primero de los aspectos descritos, partimos del reconocimiento ya clásico de diferentes tradiciones intelectuales sobre la investigación y sus intereses y objetivos:
• La tradición empírico-analítica que enfoca la investigación desde un interés técnico.
• La tradición hermenéutica o simbólica en el que el interés por el conocimiento es de carácter práctico
• La tradición crítica que, partiendo de una base parecida a la anterior, pone el foco de su interés en el carácter emancipatorio del conocimiento.
Aunque tradicionalmente, y con razón, se ha identificado la primera tradición con la investigación académica, cabe decir que en los últimos tiempos el resto de perspectivas han ido adquiriendo carta de naturaleza en el ámbito universitario. Hace ya tiempo que en la Universidad se trabaja sin problemas desde posturas fenomenológicas y críticas de forma complementaria o alternativa a la investigación positivista más clásica. De hecho es en el ámbito educativo, y muy especialmente en la Educación para el Desarrollo Global, donde con más fuerza han ido arraigando procesos como los de Investigación-Acción e Investigación Acción Participativa, entre otros. Seguramente esto se deba a la necesidad percibida por los educadores de sustentar una acción innovadora y reflexionada para mejorar la práctica educativa desde dentro y transformarla.
Así, las aproximaciones más cualitativas y que trabajan la investigación desde el contexto práctico buscando más el significado y la transformación de la realidad, no aparecen ya como “elementos extraños” en la Universidad y los Organismos de Investigación. Otra cosa es que el modelo predominante sobre el que se definen la financiación, interés y viabilidad de los proyectos de investigación sigue bebiendo de las fuentes de esa postura más cuantitativa, buscadora de certezas generalizables y de acumulación de conocimientos contrastados.
Se trata, por tanto, de avanzar en el reconocimiento de las diversas formas que tenemos de generar conocimiento sobre y desde la realidad educativa. Se trata de buscar la complementariedad de enfoques sin establecer predominios, pero exigiendo rigor y consistencia en las formas en que cada uno sigue sus postulados teóricos.
Esta pretensión nos lleva a desarrollar el segundo de los elementos a trabajar para facilitar el tránsito de la investigación académica desde el Olimpo hasta el Ágora: superar los esquemas simplistas y lineales en las relaciones entre investigación y práctica educativa. Tradicionalmente, desde la Universidad y los Organismos de Investigación, se planteaban esas relaciones siguiendo un esquema clásico y simple:
Investigación—Difusión—Desarrollo—Implantación.
Es un esquema según el cual se investiga (y se produce saber), se difunden los resultados obtenidos, se generan desarrollos aplicables y eso acaba generando cuasi automáticamente una buena práctica. El resultado de este modelo es conocido por todos, al provocar una profunda separación entre el ámbito que se supone ha de investigar y el contexto en el que se hace la práctica educativa. De hecho esta escisión y su inoperancia, se han ido evidenciando especialmente en el ámbito concreto de la Educación para el Desarrollo y la Ciudadanía Global, tanto por sus contenidos educativos, como por los contextos en los que actúa y las instituciones desde las que actúa y, finalmente, por los objetivos de transformación que propone.
Debemos avanzar hacia modelos no lineales por cuanto las relaciones entre producción y utilización del saber son mucho más complejas en educación. Hay que avanzar hacia modelos más interactivos, modelos donde se ponga el énfasis en la interdependencia global, los procesos fundamentales del sistema, su influencia mutua, la cooperación transformadora, la experiencia y la transformación social y global en pos de una educación crítica y emancipadora. Y, sobre todo, que los diferentes actores que intervienen en los procesos de producción, mediación y utilización del conocimiento pueden integrar estos papeles o roles. En el fondo, lo que se plantea es que las fronteras entre usuarios del saber y productores están muy lejos de ser claras y nítidas y que cada vez lo estarán menos. Y que las relaciones que se dan entre todos los actores que investigan, desarrollan y actúan en el ámbito de la Educación Global se sostienen sobre la importancia del trabajo en Red y la unión cada vez mayor, de la praxis (de Universidades, entidades sin ánimo de lucro, centros educativos y ámbito académico) en esta realidad. Una praxis centrada en el campo de trabajo de la Educación al Desarrollo y la Ciudadanía Global como herramienta de transformación global y generadora de conocimientos teóricos y nuevos enfoque y paradigmas hacia la educación emancipadora.
Redes, que por otro lado, se convierten en sinergias facilitadoras del encuentro de contextos y tradiciones de los diferentes actores que participan en los procesos de educación para el desarrollo y una ciudadanía global. Destacando que no se trata tanto de crear redes institucionales (que también) sino de aprender a trabajar en red, de forma que vayamos constituyendo nudos que potencien el alcance y el sentido de las diferentes actuaciones de una manera abierta, creativa, participada e igualitaria.
Así estaremos en condiciones de configurar modelos de trabajo y de investigación más flexibles, contextualizados y participados. Modelos que se abran a diferentes formas de generar y transmitir un conocimiento que nos permita saber más para:
• situarnos y comprender mejor nuestros contextos de actuación;
• que los colectivos con los que trabajamos puedan interpretar y situarse mejor en su realidad;
• para actuar mejor y con más sentido en y con los territorios y personas protagonistas de los procesos educativos en los que estamos involucrados;
• empoderar a los ciudadanos
• Y para que, en definitiva, podamos entre todos transformar la realidad para que sea más justa, solidaria y humana.
Es en este tipo de redes donde enmarcamos el proyecto que sustenta esta revista. Un proyecto participado por universidades, centros educativos, Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo, Movimientos para la Educación Popular, con un carácter interdisciplinar e internacional. Una red que busca promover una investigación rigurosa y de calidad desde la diversidad de enfoques teóricos y conceptuales sobre lo que supone investigar. Una red que es un espacio de actores institucionales con puntos en común y grandes diversidades derivadas de las diferencias culturales, idiomáticas y contextuales. Un espacio que obliga a sus habitantes a interpelarse continuamente en la interacción con el otro, construyendo dialógicamente síntesis complejas y enormemente generadoras. Una red donde tan pronto se habla de indicadores de calidad editorial de una revista científica y de indicadores de impacto en el Journal Citation Report, o se discute sobre los procesos de sistematización de prácticas como ejercicio de producción de conocimiento crítico desde la práctica. Un espacio donde nos concentramos en reflejar enfoques perspectivas de innovación pedagógica y metodologías apropiadas con Investigación Pura y procesos de Evaluación y Sistematización.
El espacio que constituye este tipo de redes es un lugar creativamente constructivo, innovador, dinámico y cálido. Un ÁGORA en el que la investigación tiene un importante papel que cumplir fuera de las frías cumbres del Olimpo.
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