ALFONSO TORRES CARRILLO[1]
Presentación
Tantas veces me mataron, tantas veces me morí,
sin embargo estoy aquí, resucitando.
Silvio Rodríguez, Como la cigarra
Si bien es cierto que la educación popular- como concepción pedagógica y movimiento educativo – ha estado presente en la historia de América Latina desde mediados de la década del sesenta del siglo pasado, estamos asistiendo desde hace una década a la emergencia de múltiples experiencias, colectivos, redes y acciones formativas que la reivindican. Dicho renacer de la educación popular, también ha significado una renovación de sus actores, contenidos y prácticas, que es necesario reconocer.
En efecto, al ímpetu radical y revolucionario de las décadas del setenta y ochenta, sobrevino un repliegue de su sentido político emancipador a lo largo de la década de los noventa, asociado a la crisis del socialismo soviético y la consecuente avalancha ideológica anti izquierdista, a la transición democrática en algunos países del continente, a la caída del régimen sandinista y los procesos de paz en centro América y el recrudecimiento de la represión en países como Colombia. El nuevo discurso que se impuso y expandió fue la celebración de la democracia liberal, que se presentaba como superación de la confrontación entre capitalismo y socialismo, y como única forma posible de organización política; luego de décadas de lucha contra los regímenes autoritarios y su deseo de reconstruir los frágiles sistemas democráticos, muchos educadores populares y organizaciones de la sociedad civil acogieron con entusiasmo el nuevo horizonte político, reorientando sus prácticas educativas hacia la formación ciudadana.
Si embargo, los efectos nefastos de la aplicación de las políticas económicas neoliberales (aumento de pobreza, desempleo e inequidad), la pérdida de legitimidad de los gobiernos de transición y la expansión de prácticas clientelares, corruptas y mafiosas, y el crecimiento de la delincuencia y la conflictividad social, generaron las condiciones para que en varios países de la Región se reactivaran movimientos sociales históricos (indígena, campesino), emergieran otros nuevos (anti neoliberales, ambientales, juveniles), se fortalecieran o surgieran nuevos partidos y movimientos políticos de izquierda, y que algunos de ellos llegaran gobiernos locales y nacionales.
Ha sido de la mano de este renacer de las luchas sociales, así como de las indignaciones, anhelos y esperanzas que expresan, que la educación popular ha vuelto a ser un sentido, un sentir y un motivo para muchas personas y colectivos, que ven ella un referente político, ético y pedagógico para orientar sus prácticas. Este renacer, como la cigarra de Silvio Rodríguez, de la educación popular se evidencia en la proliferación de colectivos, encuentros y jornadas de reflexión se vienen realizando en diferentes países del continente en torno a su nombre.[2] Así mismo, luego del desierto periodo del desencanto y el escepticismo frente a las pedagogías liberadoras en el mundo académico, se crean acá y allá, Cátedras, cursos, seminarios y conferencias sobre Paulo Freire y su legado en universidades públicas y privadas desde el Río Bravo hasta la Patagonia.
Este nuevo ímpetu de la educación popular también ha sido reconocido en las últimas asambleas del CEAAL (Cochabamba, Lima), desde las cuales se ha planteado y ratificado el mandato de que esta plataforma y red de centros inspirados en la educación popular se convierta en un movimiento en torno a esta y se articule más decididamente a los movimientos sociales que tienen presencia en América Latina y El caribe; su nueva denominación, Consejo de Educación Popular de América Latina y El Caribe confirma esta intencionalidad instituyente. Sin duda, esta decisión representa una oportunidad histórica para que el Consejo recobre vitalidad y legitimidad dentro del amplio espectro de los movimientos sociales, colectivos y redes sociales en torno a la educación popular.
A continuación haré una apretada síntesis sobre los campos, actores y ámbitos de actuación de la educación popular, así como de los cambios en el contexto y las emergencias que hoy caracterizan y desafían las prácticas educativas populares.
Campos, actores y ámbitos de actuación
Como acción educativa emancipadora, la EP ha tenido estrecha relación con otras corrientes alternativas como la teología de la liberación, la comunicación alternativa, el feminismo y la Investigación Acción Participativa. Así, sus actores y prácticas han estado articulados a otros proyectos, procesos, y movimientos en torno a la economía solidaria, a dinámicas eclesiales y culturales, así como procesos políticos de conquista y ampliación de la democracia y la ciudadanía. Hacer un balance del campo de la educación popular en América Latina hoy, exige identificar la multiplicidad de espacios, actores y prácticas que se asumen como tales.
En sus inicios, el área privilegiada de la EP fue la alfabetización y la educación de personas jóvenes y adultos, pero muy pronto se amplió a la formación de dirigentes de organizaciones y movimientos sociales (campesinos, populares, locales), al trabajo en salud, en comunicación, de género, ambiental y economía solidaria; con los procesos de democratización iniciados en la última década del siglo XX, la EP se involucró en la escuela formal, así como en formación para la participación local, la educación ciudadana y en derechos humanos . En la actualidad, aparecen temas emergentes como la soberanía alimentaria, la agroecología, los jóvenes, la interculturalidad, los derechos de la población LGBT y la justicia comunitaria.
Desde sus inicios, por su vocación emancipadora, las prácticas educativas populares han privilegiado poblaciones consideradas como oprimidas, explotadas o discriminadas, tales como los campesinos, los habitantes de los barrios populares y otras categorías de trabajadores; desde la década de los ochenta los “sectores populares” adquirieron rostros particulares, en las mujeres, los jóvenes y comunidades cristianas de base; con la ampliación de los ámbitos y perspectivas de acción, la EP hoy trabaja con profesores y estudiantes de instituciones educativas formales, jóvenes, dirigentes y autoridades locales, población LGBT, pueblos originarios y afro-descendientes.
La EP privilegia la realización de acciones de capacitación y formación de personas, colectivos y organizaciones de sociales en las temáticas mencionadas y mediante la realización de talleres, cursos y campañas, la formación de escuelas de líderes y en la producción de materiales educativos y comunicativos. Algunos de los centros de EP también se han dedicado a la investigación social y pedagógica, en particular a la llamada sistematización de experiencias.
Contextos y desafíos actuales
Esta amplitud y riqueza del campo de la educación popular antecede y excede el espacio conformado por el CEAAL; sin embargo, esta red continental de más de un centenar de centros de EP en América Latina, es un escenario privilegiado para reconocer los contextos, las tensiones, los debates y desafíos en el campo educativo popular. Basado en una revisión de los artículos La Piragua entre 2002 y 2012 y de mi participación en diversos espacios y procesos de educación popular, en la Región, en particular en Colombia, a continuación sintetizo el entorno y los retos actuales de la EP.
Como lo dijimos al comienzo, desde mediados de los noventa, el entusiasmo y optimismo depositado en la democracia liberal tras el fin de las dictaduras, se resquebrajó frente a la evidencia de las nefastas consecuencias sociales que trajeron las políticas neoliberales. Transcurridas dos décadas, los indicadores de pobreza y desigualdad social se dispararon en todos los países, el desempleo, la precariedad y la informalidad pasaron a ser los rasgos predominantes del mundo laboral. Por otro lado, la plutocracia y la corrupción agudizaron la crisis de legitimidad de gobiernos y partidos políticos.
Frente al deterioro de las condiciones de vida de la población, se reactivaron diversas expresiones resistencia y protesta. El comienzo del siglo coincidió con el ascenso de diferentes movimientos indígenas, campesinos y populares en países como Ecuador, Bolivia, Brasil, Colombia Argentina y México. El Foro Social Mundial que se reúne desde el 2000, expresa y aglutina estos aires de cambio en torno a la consigna “Otro mundo es posible”. También como expresión del inconformismo generalizado, han llegado al poder movimientos políticos de izquierda. Las democracias oligárquicas que habían sucedido las dictaduras, empezaron a ser sustituidas por gobiernos de izquierda o progresistas, en países como Brasil, Bolivia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Uruguay, El Salvador y Perú.
Sensible a estas transformaciones y emergencias y desde su preocupación por garantizar su vigencia crítica y utópica, los centros del CEAAL reconocen desde 2003 los siguientes desafíos, los cuales fueron asumidos como mandatos y ejes de acción en sus Asambleas de Recife (2004) y Cochabamba (2008) y afirmados en la de lima (2012):
1. Afirmación de la EP dentro de los paradigmas emancipadores.
Tal preocupación, parte de reconocerse a lo largo de su historia, como corriente crítica y de la necesidad de actualizar sus perspectivas políticas, frente a los cambios recientes del contexto mundial y la hegemonía del pensamiento único neoliberal. Este desafío, también evidencia una preocupación sentida por parte de los colectivos del CEAAL acerca de los sentidos políticos que orientan sus prácticas educativas, luego de un periodo dominado por la retórica liberal.
Pasada una década, podemos afirmar que hay consensos en cuanto al desafío que se planteó la EP frente a los “paradigmas emancipadores”. El primero es asumir la categoría de “paradigma”, no solo como perspectiva epistemológica, sino en un sentido amplio, como matriz cultural, desde la cual los colectivos sociales leen y se relacionan con la realidad y en la cual las subjetividades son primordiales. Son emancipadores, “si dan cabida a las visiones que muestran su desavenencia con las desigualdades y asimetrías del orden imperante, por lo que prefiguran una sociedad justa y humanizada”.
El segundo consenso es que cuando se habla de paradigmas emancipadores desde la EP, estos involucran una dimensión gnoseológica (interpretación crítica), una dimensión política (opción alternativa frente a dicha realidad) y una dimensión práctica (orienta las acciones individuales y colectivas). Así, en la EP, la renovación de paradigmas implica fortalecer conciencia crítica) y subjetividades rebeldes. El tercero es que lo emancipador no es patrimonio exclusivo de la EP, sino que ésta se sitúa en el campo más amplio de corrientes críticas y utópicas como la filosofía, la teología, la ética y la sicología de la liberación.
Un último consenso es que la EP posee su propio acumulado teórico y práctico que debe retomarse y sistematizarse, así como la experiencia de los actuales movimientos sociales latinoamericanos. En la EP no solo existe un acumulado como corriente pedagógica, sino también una saber proveniente de su práctica. También los actuales (no siempre recientes) movimientos sociales en la región están recreando los repertorios de protesta y los discursos desde los que los justifican y orientan su actuar (como la lucha por la dignidad y por el buen vivir).
2. La formación de sujetos y subjetividades rebeldes desde la EP
La construcción de alternativas políticas, sociales, culturales y éticas al capitalismo pasa por la reactivación y producción de imaginarios, creencias, valores, voluntades, pensamientos y sentimientos diferentes a los que impone el sistema, así como de individuos y colectivos capaces de colocarse frente a estas circunstancias adversas y actuar autónomamente en defensa de sus intereses, identidades y visiones de futuro. Ello se ha venido dando en el crisol de las luchas sociales que en el campo y la ciudad hoy conmueven el viejo orden; también desde los centros, colectivos, proyectos y prácticas de educación popular ha venido creciendo el reconocimiento de la necesidad de contribuir a la formación de estas subjetividades críticas, indignadas y rebeldes, así como sujetos a la pluralidad de personas, comunidades y sectores de población que protagonizan o pueden protagonizar acciones colectivas para transformar este sistema de dominación.
En estos últimos años, las estrategias educativas se han enriquecido, en la medida en que ya no solo apuntan a la formación de conciencia crítica, sino también a formar otras sensibilidades, voluntades, espiritualidades y corporalidades que posibiliten diversos y a la vez confluyentes caminos de resistencia, emancipación y construcción de alternativas. Ello también se evidencia en la ampliación de estrategias metodológicas que además del diálogo, el uso de técnicas participativas y la construcción colectiva de saberes, incorporan narrativas, recorridos, expresión estética y corporal.
3. Articulación de la EP a los movimientos sociales y la EP como movimiento.
Desde sus orígenes la EP se vincula a los procesos organizativos y movimientos populares que reivindican diversas demandas para dignificar sus condiciones de vida. En torno a estos movimientos sociales populares se articuló el discurso sobre el sujeto histórico del cambio social, sobre la afirmación de identidades culturales y sobre la contribución de la EP a la constitución de ese sujeto.
Sin embargo, desde mediados de la década del noventa, muchos centros y la propia secretaría del CEAAL centraron sus energías en relacionarse e incidir en las instituciones y políticas públicas que emergían en la transición democrática, descuidando sus vínculos históricos con las organizaciones de base y los movimientos populares. Por su parte, éstos vivían un proceso de reactivación y con sus movilizaciones mostraron los límites de las nuevas democracias.
Dentro de su proceso de revitalización, los movimientos populares, reconocieron la importancia de la educación, construyendo propuestas pedagógicas que si bien reconocen el aporte de Freire y la educación popular, se basaban en nuevos referentes como la pedagogía de la tierra de los campesinos en Brasil, la pedagogía rebelde de los zapatistas en México y la educación propia de los indígenas en Colombia. La EP empieza a retomar y vitalizar sus vínculos con los movimientos sociales, para compartir sus acumulados, aprender de ellos y seguir construyendo juntos pensamiento pedagógico y estrategias educativas emancipadoras.
4. Educación Popular y democratización radical de la vida
A las democracias realmente existentes en la región se les ha caracterizado como de “baja intensidad”, como “restringidas y restrictivas”, dado que reducen el ejercicio de la ciudadanía a la emisión del voto y buscan enmascarar las injustas desigualdades en la distribución de la riqueza generada en las sociedades. Por ello desde los movimientos sociales y otras expresiones de las organizaciones de la sociedad civil se enfatiza la necesidad de democratizar las democracias, de radicalizarlas al devolver el poder del mandato al pueblo y darles integralidad articulando el crecimiento económico con la justicia social y el ejercicio participativo del gobierno. En esa lucha por democratizar la democracia se han multiplicado las experiencias de vigilancia ciudadana, de gobiernos democráticos locales y de colectivos que buscan incidir en la reconfiguración de lo público y en el rescate público de las políticas de gobierno.
La EP como educación democrática, como educación para los derechos humanos y como educación para la participación, ha contribuido, sin duda, a este proceso de democratización. Sin embargo, falta avanzar en un posicionamiento propio, crítico y alternativo, frente a una educación democrática y ciudadana, más allá de los marcos liberales hegemónicos.
5. Educación Popular, cultivo de la diversidad y superación de toda forma de exclusión y discriminación social
Uno de los elementos centrales que han reivindicado los pueblos indios y afros, los movimientos de mujeres y los movimientos en torno a los derechos y la diversidad sexual, ha sido el derecho a la equidad en la diversidad, el derecho a ser respetados en la diferencia que define identidades y modos de expresión y realización personal y colectiva. Con sus luchas y demandas han puesto el dedo en la llaga de la subordinación y la discriminación que ahonda la lógica de la explotación económica y la manipulación política. Han ido al fondo de las lógicas de negación de la dignidad humana que predominan en la visión occidental de la vida y en los modelos culturales, religiosos y sociales hegemónicos. Han colocado el tema de la vida cotidiana en el escenario de la lucha política y nos han obligado a revisar radicalmente nuestras formas de construcción de los roles sociales que asumimos y de las relaciones sociales que generamos.
La EP se ha visto urgida a reconocer estas dimensiones de la emancipación humana, estas nuevas expresiones de la lucha social y política. Por ello, se vienen revisando las prácticas de educación popular desde estas nuevas expresiones y dimensiones, que nos preguntemos críticamente cuánto nos falta por avanzar en este camino de la construcción de la equidad y la superación de toda forma de discriminación.
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