“Se río para sus adentros y se frotó las largas y nerviosas manos.

––Es lo más sencillo del mundo ––dijo––. Mis ojos me dicen que en la parte interior de su zapato izquierdo, donde da la luz de la chimenea, la suela está rayada con seis marcas casi paralelas. Evidentemente, las ha producido alguien que ha raspado sin ningún cuidado los bordes de la suela para desprender el barro adherido. Así que ya ve: de ahí mi doble deducción de que ha salido usted con mal tiempo y de que posee un ejemplar particularmente maligno y rompebotas de fregona londinense. En cuanto a su actividad profesional, si un caballero penetra en mi habitación apestando a yodoformo, con una mancha negra de nitrato de plata en el dedo índice derecho, y con un bulto en el costado de su sombrero de copa, que indica dónde lleva escondido el estetoscopio, tendría que ser completamente idiota para no identificarlo como un miembro activo de la profesión médica.

No pude evitar reírme de la facilidad con la que había explicado su proceso de deducción. ––Cuando le escucho explicar sus razonamientos ––comenté––, todo me parece tan ridículamente simple que yo mismo podría haberlo hecho con facilidad. Y sin embargo, siempre que le veo razonar me quedo perplejo hasta que me explica usted el proceso. A pesar de que considero que mis ojos ven tanto como los suyos.”

(Las aventuras de Sherlock Holmes, Escándalo en Bohemia, Arthur Conan Doyle, 1891).

  

“No, no hay ninguna circunstancia hoy conocida en la que se pueda afirmar que seres microscópicos han venido al mundo sin gérmenes, sin padres semejantes a ellos. Los que lo pretenden han sido juguetes de ilusiones, de experiencias mal hechas, plagadas de errores que no han sabido percibir o que no han sabido evitar.

Ahora, señores, tendremos un buen asunto tratar: el del papel, en la economía general de la creación, de algunos de esos pequeños seres que son los agentes de la fermentación, los agentes de la putrefacción, de la desorganización de todo lo que ha tenido vida en la superficie del globo. Ese papel es inmenso, maravilloso, verdaderamente conmovedor. Un día me será dado exponeros algunos de esos resultados. ¡Quiera Dios que sea aún en presencia de una asamblea tan brillante!”

(Sobre Generación Espontánea, Veladas Científicas de la Sorbona, Louis Pasteur, 1863).

 

“Tienes razón, este debería ser uno de los primeros puntos a discutir en un curso de formación con jóvenes que se preparan para ser profesores: que es preguntar. Sin embargo, insisto en que el meollo de la cuestión no radica en hacer un juego intelectual con la pregunta “¿Qué es preguntar?”, sino en vivir la pregunta, vivir la indagación, vivir la curiosidad y demostrárselo a los estudiantes. El problema es ir creando en ellos, y en la práctica, el hábito de preguntar, de “admirarse”.

Para el educador que adopta esta posición no existen preguntas tontas ni respuestas definitivas. El educador que no castra la curiosidad del educando, que se adentra en el acto de conocer, jamás le falta el respeto a ninguna pregunta. Porque, aun cuando pueda parecerle ingenua o mal formulada, no siempre lo es para quien la formula. En todo caso, el papel del educador es, lejos de burlarse del educando, ayudarlo a reformular la pregunta. De esto modo el educando aprende formulando la mejor pregunta.”

(Pedagogía de la Pregunta, Paulo Freire en diálogo con Antonio Faundez, 1992)

 

En los tres textos anteriores podemos visualizar diferentes aproximaciones a lo que sería la investigación o la indagación en busca del aprendizaje, que sería una manera más atinada de centrar sobre lo que queremos reflexionar en esta Editorial. Nuestro matiz, más profundo, objeto de esta Revista, sería el “aprendizaje social”. ¿Cómo ocurre éste? ¿Cuál es su proceso evolutivo? ¿De qué manera nos empodera y nos hace más libres? ¿De qué manera minimizamos manipulaciones? ¿De qué manera funciona en nosotras? ¿De qué manera funciona en grupos sociales y en sociedades completas? ¿De qué manera se desarrolla en las personas la comprensión sobre la ciudadanía global? Y así otras muchas preguntas de las que algunas se ha hecho cargo la psicología social y otras ciencias pero que muchas aún están pendientes…

No obstante, en esta editorial queremos dialogar sobre la figura concreta del profesor como investigador, como persona indagadora del aprendizaje. En base a nuestra experiencia esta es una realidad muy escasa en el panorama docente y es interesante reflexionar porqué sigue siendo así. Entre las posibles causas que se nos han argumentado, hay dos que destacan y que se encuentran entrelazadas:

- La cuestión temporal: tendría que ver con la falta de tiempo para realizar estudios de este tipo. El profesorado se sitúa en una economía de la urgencia, con tiempos muy limitados y no hay espacios en su planificación para reflexionar sobre su tarea docente o de acompañantes del aprendizaje.

- La cuestión competencial: según la cual las y los docentes no se encuentran con las habilidades y capacidades para realizar ningún tipo de investigación. De hecho, sobre esta palabra existe cierto respeto y se deja para especialistas -especialmente universitarios- que desarrollen sus características y procesos de manera adecuada y correcta.

Sin embargo, y con todas las precauciones y matices posibles, en general ambas cuestiones son reales, pero también una excusa, ya sea consciente o inconsciente. La pregunta previa es si la indagación pedagógica (la general y en nuestro caso la social) es una característica de primer orden en lo que podemos definir el perfil de una persona docente o es un elemento secundario en los elementos que la podrían caracterizar. Como hemos leído en el texto anterior Paulo Freire opina que es un descriptor de primer nivel no solo del docente sino de cualquier escuela que pretenda ser transformadora. Hay muchas opiniones de especialistas que corroboran esta opinión, tanto en el pasado como hoy día pero lo más curioso es que podemos constatar, desde nuestra experiencia, que el profesorado también lo piensa, aunque lo vea como una asignatura pendiente y difícilmente superable.

Con todo ello, es curioso como el punto de partida, en general, también se esté dando ya. Tenemos el convencimiento de que ya se investiga en las aulas sobre el aprendizaje de manera cotidiana, salvo aquellos que ya están petrificados en su tarea docente. ¿Cómo aprovechar toda esa energía de pensamiento? Probablemente teniendo claro el proceso. Que no es complicado, ni difícil, ni tiene porque ocupar tiempo. También teniendo en cuenta la importancia de la misión indagadora. No es sólo una cuestión profesional, sino un asunto que potencia, multiplica, la capacidad liberadora y empoderadora de nosotros mismos y de nuestro alumnado como aprendices. Teniendo en cuenta todo esto veamos si podemos superar las excusas, describiendo que necesita una persona indagadora del aprendizaje social.

En ese sentido podemos extraer aprendizajes de Sherlock Holmes. Desde luego hay aspectos en los cuales no podemos fijarnos, porque el personaje de Conan Doyle tiene un especial don para la observación y la interrelación de cuestiones. Para la indagación pedagógica no necesitamos un don especial pero sí que podemos aprender la pasión del personaje por investigar y la importancia que le da al saber mirar, como Watson destaca. También es interesante su capacidad para saber realizar buenas preguntas, algo que él hace de manera natural y que el “común de los mortales” tenemos que entrenar cotidianamente.

Pasteur representaría el método científico, que también utiliza en ocasiones Holmes, y que tanto nos asusta a los docentes, pues tiene un nivel de exigencia al que nos parece no poder llegar[1]. Pero, a pesar de todo, sin desdeñar este tipo de investigaciones, no creemos que la labor del docente que se pregunta sea esa, sino reflexionar sobre como aprendemos en base a vivir en un laboratorio del aprendizaje cotidiano. Ese es nuestro punto de unión con el investigador francés: la oportunidad. Y desde ahí se configura la intencionalidad. El indagador pedagógico se diferencia de la o el docente que ocasionalmente se pregunta en que es intencionalmente un generador de preguntas. Así, Pasteur, al responder a las cuestiones sobre generación espontánea, se daba cuenta que surgían otras muchas, de las que seleccionaba las más relevantes. Un último detalle en el que nos podemos fijar es la comunicación. Todo aprendizaje merece la pena ser comunicado, aunque sea para negarlo. En nuestra experiencia esta es una característica problemática por la cuestión temporal que hemos mencionado. Sin embargo, creemos que en estos tiempos de redes sociales las posibilidades son mucho más amplias que décadas atrás. En los tiempos del Twitter, YouTube y otros es posible hacer comunicaciones que se adapten a nuestra compleja realidad.

Seguramente cuando Freire comentaba sobre la pedagogía de la pregunta ni se imaginaba que podían existir estas posibilidades, entendidas como puertas de acceso y no como medios definitivos o incluso fines. Las redes sociales nos dan la oportunidad de superar la individualidad de pensamiento y generar redes de conocimiento pero también de pasión en las comunidades educativas. Por supuesto, esto no ha de depender solo de la tecnología, sino que han de ser una inspiración para construir aprendizajes que dentro y fuera del aula se basen en las preguntas, de tal manera que sea un elemento constitutivo de ellas. Resulta curioso como las preguntas siempre han estado presentes en las aulas y es una frase recurrente: ¡si no entienden algo pregunten! Y en ese caso siempre nos viene a la cabeza…

Mafalda 1

Sin embargo, no nos referimos a ese tipo de pregunta, sino a otro tipo del que Freire es exponente y del que podemos aprender como investigadoras pedagógicas. Se trata de que el preguntar del pedagogo brasileño es, en último término, político, en el mejor sentido de la palabra. Así, nos convertimos en preguntadoras porque es un ejercicio de liberación para las personas y las sociedades. Mientras que en la primera tira de Mafalda podemos ver como la pregunta es reproductora de los esquemas sociales (que algunos son necesarios) en la segunda que os presentamos ahora van surgiendo nuevas ideas, más o menos interesantes pero que habrán de ser escuchadas y si es necesario matizadas, como comentaba Freire.

Mafalda 2

Todo esto significa que aunque nuestra intencionalidad apasionada pueda ser pedagógica inicialmente, la pregunta final no es solo ¿cómo aprendemos? sino ¿cómo aprendemos a ser libres? ¿cómo aprendemos a sentirnos interrelacionados con las otras personas? ¿cómo aprendemos a ser transformadoras para una sociedad justa y digna? ¿cómo aprendemos a ser felices?… a esta diferencia política es a lo que nos referimos. Nuestras preguntas no son neutras y asépticas. Entre ellas priman las que tienen que ver con la inclusión, la participación y el empoderamiento. Las preguntas que nos apasionan tenemos que intentar que apasionen a nuestras comunidades educativas y las den la vuelta para repensar toda la labor docente y de aprendizaje, tanto en pequeñas escuelas populares, asociaciones, colegios, universidades y otros espacios educativos que sean conscientes de ello. Por último, hemos de decir que la propuesta de Freire es política pero también sistemática. Contiene un sistema para mirar, propio del aprender y pide una sistematización, que han desarrollado otros autores. Podemos usar su sistema o podemos crear nosotros uno, pero es necesario un sistema, adaptado al aula y a los espacios educativos que sea facilitador, útil y sostenible.

Los artículos de este número de la Revista, tienen mucho que ver con ello. En la ciencia formal podemos ver que se separa, en ocasiones, el trabajo teórico, del trabajo práctico. Ese es el caso de la Física, donde podemos ver como hay personas que se dedican a la investigación teórica y otras a la práctica. Los primeros tratan de llegar a conclusiones a través de la reflexión matemática y de preguntas bien hechas, mientras que las segundas tratan de comprobarlas a través de la experimentación y del contraste de esas mismas conclusiones. De esa manera se han descubierto planetas antes de ser vistos o se han predicho partículas subatómicas antes de ser detectadas.

También en los artículos de este número podemos detectar estos dos enfoques, que son complementarios y pueden ayudarse unos a otros. Son necesarias personas preguntadoras que abran el campo y propongan esos nuevos planetas donde moverse y funcionar. Y por otro lado hace falta gente que los ponga a prueba, los matice e incluso los mejore. Puede ser incluso para generar nuevas preguntas, aun mejores que nos hagan atinar mejor en las complejidades del aprendizaje sobre la ciudadanía global.

Unas complejidades que nos ayudan a ser felices y no son meros juegos intelectuales, pues también ponen nuestra vida en riesgo e incluso las pueden dejar a la intemperie. Para ello recordamos el reciente caso de Berta Cáceres, activista medioambiental hondureña, de la etnia Lenca que en su discurso por el premio ambiental Goldman sintetizaba en una línea:

“¡Despertemos¡¡Despertemos Humanidad! Ya no hay tiempo”.

Casi un año después era asesinada en su casa mientras dormía, como tantos otros compañeros activistas en Honduras. Ese llamamiento a la Humanidad lo había percibido, a su manera, de la ciudadanía global y medioambiental que había aprendido de su madre y que sabía que era clave para el futuro de la Tierra porque como Pablo Neruda decía:

“Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”.

Editorial completa (pdf): EGR11 00 Editorial


[1] “A veces hablamos como si la “investigación original” fuera una prerrogativa peculiar de los científicos o al menos de estudiantes avanzados, Pero todo pensar es investigar y todo investigar es congénito, original de quien lo realiza, aun cuando todo el mundo esté seguro de lo que él aún se halla indagando.

También se sigue de aquí que todo pensar supone un peligro, Ciertamente no puede ser garantizado por adelantado. La invasión de lo desconocido es de la naturaleza de una aventura; no podemos estar seguros de antemano”. (J. Dewey, Democracia y Educación).